Comentario
Los jarros de bronce aparecen en Chipre, en Etruria y en la Península Ibérica; tienen en común la palmeta colocada en el aplique de arranque del asa y son semejantes a piezas de cerámica roja fenicia; en España son numerosos y de tipos variados. El del Museo Lázaro Galdiano de Madrid tiene la boca en forma de cabeza de felino, mientras que en el de la colección Calzadilla (Badajoz), ésta es la de un ciervo de rasgos geométricos. En la necrópolis de La Joya (Huelva) se ha encontrado uno con la boca en forma de cabeza ciervo, a la que se adosa una cabeza de caballo que sirve de remate al asa. En varias piezas la cinta del asa se divide en tres vástagos que rematan en cabezas de serpientes pegadas a la boca.Los jarros suelen ir acompañados de grandes bandejas o braseros con remaches y asas móviles; por lo general, las asas son vástagos tubulares que pasan por dos argollas soldadas a una chapa que va pegada al borde; esta chapa tiene la forma de dos antebrazos unidos por los codos, en cuyos extremos hay manos esquemáticas. El jarro y la bandeja son piezas indispensables en la liturgia funeraria, por lo que se encuentran habitualmente en enterramientos, y muchos de ellos nos han llegado casi destruidos por la cremación.
En el Museo de Linares (Jaén), se conserva un quemador de perfumes aparecido en una tumba de Castulo, que adorna el borde superior con dos ciervas y una leona recostadas. Estos braserillos sobre pie alto son también objetos ceremoniales valiosos, y sólo la abundancia y la riqueza de los metales tartésicos puede explicar que se conozcan un buen número de ejemplares, cuando los prototipos que existen en la propia Fenicia son de cerámica. Si una de las frases más famosas sobre la riqueza de Tartessos habla de toneles y pesebres de plata, no puede extrañar que hubiera una producción copiosa de vajilla de bronce, cuyo estilo y prototipos indican que fueron fabricados por fenicios. Además de la pieza de Castulo se conocen otras más sencillas en Huelva y diversos museos, a los que pueden añadirse los apliques ornamentales sueltos que se encuentran en algunas tumbas. El paradigma de la riqueza con la que el mercado tartésico estimulaba esta producción fenicia está en los seis candelabros de oro aparecidos en Lebrija (Sevilla).
Se ha dado a conocer recientemente una bandeja oval de bronce, con aletas planas en los extremos, que ofrece una copiosa decoración incisa. Las aletas se adornan con grandes palmetas; en el centro de la bandeja hay un grupo de peces acompañados de una serpiente y en la banda exterior se ofrecen otras estilizaciones florales escoltadas por grifos y esfinges en posición heráldica. Al igual que será necesario observar al tratar de los marfiles, la mayor diferencia entre esta bandeja y sus prototipos orientales se debe a que la decoración emplea sólo la técnica del grabado sobre una superficie plana, mientras que en Fenicia se usaba el repujado y el cincelado para conseguir volúmenes plásticos.